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martes, 24 de mayo de 2011

San Carlos de las cuatro fuentes de Borromini. Arquitectura.

San Carlos de las Cuatro Fuentes es conocida como San Carlino por sus reducidas dimensiones, y se trata de la obra más representativa de Borromini y, paradójicamente, es contemporánea de la columnata de San Pedro del Vaticano, de Bernini. San Carlos es la primera obra autónoma de Borromini y también la última en la que trabajará el arquitecto.

Fue erigida en Roma a mediados del siglo XVII. La fachada del templo, constituye un paradigma del barroco italiano. Dividida en dos tramos separados por un friso que contiene, en latín (IN HONOIS TRINITATEM ET CAROLI MDCLVI), una dedicatoria y la fecha de su consagración (1666), cada uno de los pisos está jalonado verticalmente por cuatro columnas de orden compuesto gigante (fuste liso y capitel corintio).
El piso inferior se halla dividido a su vez en dos niveles: en el inferior encontramos dos óculos elípticos ocupando los intercolumnios externos mientras que el intercolumnio central contiene la puerta de acceso, adintelada y flanqueada por sendas columnas compuestas sobre podio.
En el segundo nivel de este tramo bajo, tres hornacinas contienen las imágenes de santos. El tramo superior repite el esquema del inferior aunque las columnas son más cortas. Las hornacinas aparecen vacías y el hueco central, sobre la puerta de entrada, está ocupado por una ventana (precedida por un antepecho) y un medallón elíptico vacío que corona la fachada. Por encima de una segunda cornisa, un estrecho ático ligeramente retranqueado culmina el conjunto del frontispicio.
Pero la mayor singularidad que presenta este edificio son las curvas que describe la fachada. La nave central aparece adelantada y el friso y la cornisa que separa los dos tramos remarca la ondulación del paramento. La segunda cornisa acentúa aun más la sensación de curvas del muro.
Tanto las columnas compuestas de orden gigante, como la curvatura del muro y los vanos y el medallón de forma elíptica nos recuerdan que el diseño es prototípico del Barroco tan propenso al uso de las elipses y las columnas gigantescas.
Posee una planta alabeada,
La fiebre edilicia que parece afectar a Roma a lo largo del siglo XVII es una muestra del afán de la Iglesia Católica por demostrar su poder. Muy debilitado por las constantes luchas contra los Reformistas, el papado se empeña en demostrar su poder construyendo fastuosos templos y palacios aunque en muchos casos, la apariencia de lujo y poder encubre la pobreza de los materiales (ladrillo, estuco) que prueban el mal momento económico de la iglesia. Este esfuerzo constructivo va a dar origen a muchos templos emblemáticos y monumentos que sembrarán la ciudad de hitos que harán historia.
El resto de Europa, sumida en el conflicto de la guerra de los Treinta Años, contempla la caída del Imperio Español y el asunción del relevo por la Francia de Luís XIV que dará comienzo a uno de los periodos de mayor peso político del país galo en la política europea. Mientras tanto, España atraviesa una profunda crisis económica que, heredada del siglo anterior, se hace crónica a la que se suma el desánimo moral que supone la pérdida de la primacía política en el viejo continente.


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